miércoles, 17 de octubre de 2012

Sus Obras




Dolores Veintimilla dejó pocas obras entre la prosa sobresalen “Fantasía” y “Recuerdos”, aparte están “Aspiración”, “Desencanto”, “Anhelo”, “Sufrimiento”, “La noche y mi dolor”, “Quejas”, “A mis enemigos”, “A un Reloj” y “A mi madre”.

QUEJAS  

 


¡Y amarle pude!... Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa,
como la hoja en el árbol vacilé.

                      
Su imagen en el sueño me acosaba,
siempre halagueña, siempre enamorada:
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador.
Y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
Él, la fascinación de mis sentidos;
él, el ideal de mis sueños más queridos,
él, mi primero, mi ferviente amor.



 

Sin él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi inspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

 

 
No es mío ya su amor, que a otra prefiere;
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
mas no me engañará con su ficción.
¡Y amarle pude delirante, loca!
¡No! Mi altivez no sufre su maltrato,
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
te arrancaré del pecho corazón.

Su Vida

Nació en Quito en 1830, en medio de una familia acomodada de la capital y de una sociedad hipócrita y falsamente moralista. Sus padres el señor Don José Veintimilla y la señora Doña Jerónima Carrión, ambos nacidos en Loja. A los dieciocho años de edad contrajo matrimonio con el médico colombiano Sixto Antonio Galindo y Oroña, quien no supo comprenderla ni apoyarla en sus anhelos culturales.

Su matrimonio fue un fracaso, Galindo estaba acostumbrado a traicionar con otras mujeres a Dolores; principalmente por este motivo y para evitar así las habladurías de la gente, Dolores Veintimilla, su marido y su tierno hijo salen de Quito para radicarse en Guayaquil, sin embarg0o el marido no encuentra agradable este ambiente y decide trasladarse a Cuenca, ciudad que se convertiría en la tumba de la poetisa.
 
Al poco tiempo de vivir en Cuenca Sixto Galindo no obtiene la clientela que esperaba tener, ha obtenido la cátedra de medicina en la Universidad de Cuenca, pero no soporta iniciar las clases con el rezo de tres Aves Marías y un Padre Nuestro, se cansa de la ciudad donde los chismes solo se acrecientan más; por estos motivos Galindo decide abandonar a su esposa con su hijo para el radicarse en Panamá.

Su casa se convierte en uno de los mayores cenáculos literarios de la época por donde pasaron algunos de los más ilustres poetas de la época como el chileno Alberto Blest Gana.

Se da en aquella época un acontecimiento que turbara el alma sensible de la joven poetisa, acusado de parricidio el indígena Tiburcio Lucero fue condenado a muerte, la poetisa siente la tragedia como suya y sale en defensa del indígena escribiendo un ensayo al que titula "Necrología" en el cual se muestra contraria a la pena de muerte. A partir de éste escrito el mayor de sus adversarios, el polemista Obispo de Cuenca el sacerdote franciscano Fray Vicente Solano, no dejaría de fustigarla desde el púlpito, se encargo de mancillar su honor y su dignidad hasta después de muerta.

El pueblo cuencano, dejándose llevar por el fanatismo religioso y por la lengua de Fray Solano, empezó a criticar a la joven mujer, hojas sueltas tales como: "A un curioso ratoncito", "En defensa de Madame Zoila", etc. Escritas en contra de ella por los frailes Solano, y Marchán; todo esto, junto a las penurias económicas, el abandono de su marido y las críticas sociales fueron hundiéndola en una melancolía profunda. La mujer hace un intento por salvar su honor escribiendo otra hoja suelta a la que títula "Al público", la misma que nunca salió a la luz porque "los dueños de la verdad" no le permitieron su defensa.

Bajo estas circunstancias, cansada de sobrevivir se arrancó la vida de su propia mano, como lo indicó en sus poemas: "Y si a olvidar no alcanzas al ingrato/ te arrancare del pecho corazón". Así desaparecía tempranamente, con apenas veintisiete años de vida, una de las más tiernas voces del Romanticismo Hispano.